jueves, 10 de abril de 2014
Y LLEGO LA VIDA...CAMINANDO
Desde pequeña aprendí a tener control. La vida era algo que yo escribia a mi antojo.
Esto ha sido fácil. La vida me ha tratado bien. No me ha impuesto nunca nada y por lo tanto me ha permitido jugar a ser Dios.
Siempre todo fue orden, prevision, hábitos, esquemas....Todo salía rodado, todo salía según los planes, según los proyectos, los pensamientos.
Sin darme cuenta, de esta forma, todo estaba predeterminado, preestablecido y por ese mismo motivo todo dejaba de ser vida.
Poco a poco fuí eliminando el espacio para las emociones, para las pasiones, para la aventura, para el riesgo, para las sorpresas. Mi vida se volvió gris, aburrida, eterna. Era el precio de la seguridad.
Hace un tiempo, como supongo que siempre ocurre, de forma inesperada, inexplicable, por sorpresa, mi vida ha cambiado. Yo he cambiado. El único detonante para ello fue decidir abrirme tan solo un poquito a la vida, dejar la ventana levemente entreabierta...
La vida es un auténtico vendaval. Esto nadie me lo había advertido. Entra con fuerza, lo llena todo, invade cada uno de tus rincones y araña, quema.
Una vez entra, se queda. Ya no hay vuelta atrás. Estas llena, no hay huecos, estas viva, vibras, sientes, vuelas.
La sensación de vértigo es inexplicable. Te mareas. Pretendes volver a tu control. No hay manera.
La sensación es apasionante, excitante. Sientes al mismo tiempo blanco y negro, placer y dolor, alegria y tristeza.
Duele, duele mucho y pretender que ese dolor no se convierta en sufrimiento es misión imposible. De nada me sirven ahora libros, reflexiones, meditación. Nada. Ese sufrimiento tiene su origen en mi cabeza. Mi cabeza condena a mi corazón y deberé aprender a soportarlo.
No se si lo conseguiré pero de una cosa estoy segura: La vida ya no se irá y habrá valido la pena.
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