Ayer una buena amiga, creo que ya puedo calificarla como tal, me planteó el problema al que se está enfrentando con su hijo de seis años.
He estado reflexionado sobre ello y todavía no tengo una idea clara al respecto. Prometo contestar. Lo que está claro es que esta amiga es una buena madre y no una madre buena.
Lo que sigue no es mío pero lo tengo guardado desde hace ya varios años. Va por tí X:
Padres buenos hay muchos, buenos padres hay pocos. No creo que haya cosa más difícil que ser un buen padre. En cambio no es difícil ser un padre bueno. Un corazón blando basta para ser un padre bueno; en cambio la voluntad más fuerte y la cabeza más clara son todavía poco para ser un buen padre.
El padre bueno quiere sin pensar, el buen padre piensa para querer. El buen padre dice que sí cuando es sí, y no cuando es no; el padre bueno sólo sabe decir que sí. El padre bueno hace del niño un pequeño dios que acaba en un pequeño demonio. El buen padre no hace ídolos; vive la presencia del único Dios.
El buen padre echa a volar la fantasía de su hijo dejándole crear un aeroplano con dos maderas viejas. El padre bueno amanteca la voluntad de su hijo ahorrándole esfuerzos y responsabilidades.
El buen padre templa el carácter del hijo llevándolo por el camino del deber y del trabajo. Y así, el padre bueno llega a la vejez decepcionado y tardíamente arrepentido, mientras el buen padre crece en años respetado, querido, y a la larga, comprendido.
jueves, 20 de mayo de 2010
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Amiga, soy yo
ResponderEliminarCreo que como tú el valor de la familia es uno de los objetivos principales de nuestra vida y es nuestro deber como padres transmitirles a nuestros hijos estos principios.Estoy convencida de que ésto les ayudará en el camino por la búsqueda de su personalidad.